El Culto a la Personalidad: Leguía como Mito Viviente
Aquí es donde la historia se pone realmente interesante. Leguía no se conformó con ser solo un presidente: se convirtió en una especie de figura mística. Sus seguidores lo llamaban "arquitecto", "Nuevo Mesías", "Viracocha" y hasta se comparaba a sí mismo con "el Dios del Calvario".
Este culto a la personalidad no era casualidad. Leguía y su equipo construyeron deliberadamente una imagen de líder providencial, mezclando símbolos cristianos con referencias al mundo andino. Era un marketing político sofisticado para su época.
La clave del éxito leguiista estaba en su capacidad de conectar emocionalmente con la gente. No importaban tanto sus políticas como su carisma personal. Max Weber llamaría a esto dominación carismática: el poder basado en la admiración al líder, especialmente en tiempos de crisis.
El Partido Democrático Reformista (PDR) que creó Leguía funcionaba más como una máquina de propaganda que como un partido moderno. Para 1924 tenían 128 clubes por todo el país, todos dedicados a promover la figura del líder.
¿Sabías que...? Leguía participaba activamente en la construcción de su propio mito, usando tanto símbolos cristianos como referencias al Inkarri, el mítico rey inca que supuestamente regresaría para restaurar el Tahuantinsuyo.